Hermógenes Pérez de Arce, el destacado abogado y periodista, se ha caracterizado en los últimos tiempos por abocarse a una reiterada y solitaria (al menos en lo referido a hacerlo en forma pública) denuncia de la forma ilegal en que cientos de militares están siendo juzgados, en tribunales políticos disfrazados de jurídicos. Se puede ver un detalle de esto en nuestro Odiómetro. Hace algunos días, el columnista de El Mercurio fue muy merecidamente homenajeado por un grupo de amigos y seguidores, ocasión en la que reiteró sus conceptos, parte de los cuales citaremos textualmente más adelante en este artículo. Pérez de Arce ha sacado la voz por aquellos que no encuentran en el Chile de hoy ninguna posibilidad de obtener un tratamiento legal justo y equitativo. Representa el sentimiento de muchas personas que, menos valientes o menos dotadas para expresar sus ideas, solo hablan de esto con sus amigos. Es comprensible. Alguien podría perder su trabajo si se sabe su posición crítica. Es más cómodo y prudente dejar que solo Hermógenes exprese lo que pensamos. De las instituciones armadas, en que antes se desempeñaron los hoy perseguidos, no se puede esperar nada a estas alturas. De tanto dejar que les hicieran lo que se les ocurriera a sus ex funcionarios, cualquier acción en contra del creciente afán vengativo será tomada de inmediato como una intervención «indebida» en el desarrollo de los procesos. Una «funa» comunista contra algún comandante en jefe sería una lápida segura a su carrera militar. Nadie se quiere arriesgar a eso. La ovación que en ausencia recibió el brigadier (R) Miguel Krassnoff Martchenko, procesado en diversas causas de derechos humanos, durante la manifestación que hemos mencionado, debería hacer meditar a algunas personas. Los políticos de derecha, sacando cuentas electorales, tampoco se quieren meter en este asunto. Seguramente también algunos de ellos considerarán injusto lo que pasa, pero votos son votos y es de mayor prudencia evitar comprometerse manifestando abiertamente una posición disidente a la que, gracias a la propaganda comunista y socialista, se ha inyectado en la sociedad y sobre todo en la juventud. Eso sería muy impopular en estos días.Según publicó el diario de gobierno «La Nación», en esferas de la UDI se ha enfatizado que si bien reconocen «los aspectos positivos» del régimen militar, también tienen sus reparos en materias como los derechos humanos y por eso participaron en las últimas instancias que conoció el país en ese sentido. Queda, en todo caso, una amarga sensación de ingratitud con muchos de ellos, que apoyaron al gobierno militar e incluso desempeñaron importantes cargos en él. Faltan entre ellos más Hermógenes.
EL VERDADERO AYLWIN Patricio Aylwin se caracteriza por hacer o decir algo y años después, según las circunstancias, decir que dijo o hizo otra cosa. Usted puede comprobarlo con solo ver este video.Descargue a su computador este archivo «zip». Proceda a descomprimirlo en su disco duro y obtendrá un archivo de video.La imagen está reducida al máximo posible, con gran perdida de calidad, pero es la única manera en que le podemos entregar ese video por este medio.Para reproducirlo, su computador requiere tener instalado el software RealOne Player, u otro similar de RealNetworks.El archivo de video, de algo menos de 2 minutos de duración, tiene un tamaño de 1,28 Mb., de modo que su descarga puede tardar un momento, pero le aseguramos que vale la pena. Si en su computador no tiene RealOne Player, u otro similar, lo puede descargar e instalar gratis.
EL VERDADERO AYLWIN Patricio Aylwin se caracteriza por hacer o decir algo y años después, según las circunstancias, decir que dijo o hizo otra cosa. Usted puede comprobarlo con solo ver este video.Descargue a su computador este archivo «zip». Proceda a descomprimirlo en su disco duro y obtendrá un archivo de video.La imagen está reducida al máximo posible, con gran perdida de calidad, pero es la única manera en que le podemos entregar ese video por este medio.Para reproducirlo, su computador requiere tener instalado el software RealOne Player, u otro similar de RealNetworks.El archivo de video, de algo menos de 2 minutos de duración, tiene un tamaño de 1,28 Mb., de modo que su descarga puede tardar un momento, pero le aseguramos que vale la pena. descargar
De los democratacristianos nunca se esperó nada, de modo que a nadie extraña la actitud que han tomado en estos asuntos. Aún así y conociéndose la sinuosa trayectoria de Patricio Aylwin, fue penoso ver hace pocos días atrás como una vez más se trató de desdecir de sus propios actos y dichos respecto a lo acaecido hace 30 años, y en su intento desesperado por sacar de su pasado todo lo que huela a haber actuado en contra de la UP. o a haber apoyado el pronunciamiento militar, incluso dejó ver que Frei Montalva era «golpista», no él. Claro que luego del patatús que eso provocó en las filas freistas, como es su costumbre, dijo que había sido malinterpretado. En estos días, en que todo el poder comunicacional de la concertación se ha dejado sentir con potencia en los programas especiales dedicados al gobierno de la UP. y al pronunciamiento militar, que los canales de TV han exhibido, en los cuales nos ha quedado claro que el gobierno de Salvador Allende fue una maravilla injustamente interrumpida por los afanes golpistas de la derecha y los militares, apoyados por la CIA, alguno de esos «especiales» mostró parte de una entrevista que dio Patricio Aylwin, pocos días después del 11 de septiembre de 1973, a la Televisión Española. En lo que mostraron a los televidentes, de acuerdo a la moda actual de lavado de imagen de algunos personajes a que hemos hecho referencia, omitieron justamente la parte en que don Patricio justificaba fervorosamente la intervención militar. Despierta Chile le brinda ahora la posibilidad de ver en su propio computador, lo que no le quisieron mostrar por la televisión y conocer al verdadero Patricio Aylwin.
Pero volvamos al tema. Hermógenes Pérez de Arce, que fue homenajeado hace algunos años con la «Condecoración 11 de Septiembre», entregada por la Corporación del mismo nombre, a diferencia de otras personas ha sido siempre consecuente con sus ideas. Apoyó el pronunciamiento militar y nunca ha dicho que lo han malinterpretado en eso. Ha expresado muchas veces que no hay nada más despreciable que estos generales después de la batalla. «Son casi siempre los que no hicieron nada ni habrían hecho nada para impedir que hoy, 30 años después del 11 de septiembre, todavía viviéramos bajo una dictadura comunista, si nos hubiéramos salvado de ser fusilados». Transcribimos a continuación parte de lo expresado por Pérez de Arce en su discurso, durante el acto en su homenaje realizado en CasaPiedra:
«Nos hemos reunido hoy porque ustedes comparten conmigo un sentimiento de indignación moral. Este nace de que un 10 de septiembre de 1973 la gran mayoría de los chilenos avizorábamos un futuro sin esperanza, vivíamos en la ruina económica y la escasez, sufríamos la inminencia de ser un país títere de una superpotencia totalitaria y no teníamos otra perspectiva que la anunciada todos los días por la propaganda oficial: una sangrienta guerra civil, con no menos, decían, de cien mil muertos. Al día siguiente, 11 de septiembre de 1973, las FFAA y Carabineros, con una acción enérgica, pusieron término al caos y evitaron la guerra civil, con pérdidas de vidas incomparablemente más bajas que las temidas por todos. Nuestra indignación moral proviene, justamente, de que quienes libraron a la patria de ese destino aciago, hoy son injustamente perseguidos y denostados, ven denegados sus derechos legales básicos y han visto convertirse en víctimas a los que se preparaban para ser victimarios, en demócratas ejemplares a los que buscaban suprimir la democracia y en portavoces del humanitarismo los que ayer torturaban y prometían el paredón a sus adversarios. Patricio Aylwin refiere en sus memorias que, pasado ya su miedo al extremismo, pues los militares lo habían dominado, fue a hablar con don Rafael Retamal, presidente de la Corte Suprema, un juez que no tenía simpatía por el gobierno militar. Le representó a don Rafael la dureza con que los militares reprimían la subversión. Pero el presidente de la Corte Suprema le contestó: «Mire, Patricio, los extremistas nos iban a matar a todos. Ante esta realidad, dejemos que los militares hagan la parte sucia. Después llegará la hora del derecho». Seguramente Rafael Retamal no había olvidado que, a mediados de 1973, arengando a una turba que gritaba ante el Palacio de los Tribunales, el intendente de Santiago bajo la UP, Jaime Faivovich, le había dicho, refiriéndose a los ministros de la Corte Suprema: «Habría que masacrar a todos esos viejos tales por cuales». Algunas personas me preguntan: pero ¿usted está de acuerdo con todo lo que hicieron los militares? Yo les contesto: «Por supuesto que no estoy de acuerdo con todo. Hubo uniformados que actuaron indebidamente. Pero nunca hubo una política de gobierno para actuar en esa forma. Después de la batalla, señala el dicho, todos somos generales. Y los generales después de la batalla somos perfectos. Yo, por supuesto, habría sabido qué hacían cien mil o más soldados, marinos, aviadores, carabineros y civiles de oposición a la UP cada día, entre el 11 de septiembre del ´73 y el 11 de marzo de 1990. Habría estado pendiente de que cada comandante de guarnición hubiera juzgado cada delito cometido bajo su jurisdicción por los uniformados y de que todos los juicios contra extremistas se hubieran llevado a cabo jurídicamente impecables. Y, en caso de haber bajas, me habría preocupado de que los restos hubieran sido entregados a los familiares». Es decir, habría hecho todo lo que los militares, marinos, aviadores, carabineros y detectives de Investigaciones hicieron, pero, además, lo habría hecho perfecto. En realidad, fue una lástima que el pronunciamiento de 1973 no lo hubiera encabezado yo. Bien, tengo que decirles que no hay nada más despreciable que estos generales después de la batalla. Son casi siempre los que no hicieron nada ni habrían hecho nada para impedir que hoy, 30 años después del 11 de septiembre, todavía viviéramos bajo una dictadura comunista, si nos hubiéramos salvado de ser fusilados. ¿Estoy hablando de algo que no habría podido ocurrir? En su ensayo sobre el quiebre de la democracia en Chile, José Piñera cita a un guerrillero marxista argentino, Jorge Massetti, que escribió en 1999 el libro «El furor y el delirio», donde dice algo muy pertinente a lo que he imaginado hace un momento. Escribe: «Hoy puedo afirmar que por suerte no obtuvimos la victoria, porque de haber sido así, teniendo en cuenta nuestra formación y el grado de dependencia con Cuba, hubiéramos ahogado al continente en una barbarie generalizada. Una de nuestras consignas era hacer de la Cordillera de los Andes la Sierra Maestra de América Latina, donde primero hubiéramos fusilado a los militares, después a los opositores y luego a los compañeros que se opusieran a nuestro autoritarismo». Además, se ha olvidado que la acción de las FFAA y Carabineros pacificó al país. Los muertos en enfrentamientos fueron disminuyendo hasta llegar a apenas nueve en 1978. En ese contexto se dictó la Ley de Amnistía, acogida con unánime beneplácito. Gracias a ella salieron libres 1.475 extremistas de izquierda y 578 uniformados que estaban siendo juzgados. La verdad era tan distinta que el arzobispo de Santiago, monseñor Raúl Silva Henríquez, manifestó lo siguiente sobre la Ley de Amnistía: «La Iglesia de Santiago valoriza el espíritu de concordia y reconciliación invocado en la adopción de esta medida y la celebra como signo alentador de un reencuentro fraterno». Era precisamente lo que sigue siendo hoy, un paso hacia la reconciliación entre los chilenos. Si se hubiera respetado la Ley de Amnistía habrían terminado todos los juicios sobre las muertes a raíz del pronunciamiento militar y el terrorismo y nadie habría tenido temor de declarar lo que supiera sobre el paradero de los restos de los desaparecidos. Podrían haberse gestado perfectamente leyes para dar una reparación a sus familiares, si hubiera sido el caso. Nunca «tomaremos distancia» de nuestros uniformados por lo que hicieron. Nunca olvidaremos que transformaron una sociedad violenta en otra pacífica y estable; una economía arruinada en otra próspera y pujante; un sistema político caótico en otro ordenado y democrático; una nación aislada y lejana en otra integrada al mundo; un conjunto de amenazas de guerra externa gravísimas en paz duradera y permanente.» En el acto realizado en honor de Hermógenes Pérez de Arce intervino también el Padre Raúl Hasbún, quien defendió la intervención militar de 1973, argumentando que la alianza entre mentira y violencia es la base sustentadora del marxismo-leninismo. Este sacerdote que, con su lógica aplastante y certera improvisación (siempre ha realizado sus comentarios radiales, televisivos o públicos improvisando) se ha ganado el más profundo odio de los marxistas y sus colaboradores, dijo que el general Augusto Pinochet fue el cerebro y alma de «esa gesta libertaria». En cuanto a Patricio Aylwin, quien hace algunos días afirmó que Pinochet «no tiene perdón de Dios», el Padre Hasbún afirmó que el propio Aylwin instruyó a los ministros de la Corte Suprema para que no acataran la Ley de Amnistía, «transgrediendo la Constitución». Y respecto de las amnistías otorgadas por el gobierno de Aylwin, dijo que sólo los marxistas tuvieron derecho al perdón. El sacerdote agregó que «los que se resisten a la tiranía marxista según él no tienen derecho al perdón de los hombres expresado en la amnistía o el indulto. Pero ahora se ha extralimitado y, sobrepasando la competencia de los ministros de Dios, ha dicho que Augusto Pinochet ni siquiera tiene perdón de Dios». «Hay que rogar para que tanta arrogancia, tanta soberbia y tanta ignorancia reciban perdón de Dios». Es de esperar que esta manifestación, tan merecida para una persona como Hermógenes Pérez de Arce, sea la primera de muchas en que los partidarios del gobierno militar se junten y expresen abiertamente su pensamiento. Ello antes de que la propaganda concertacionista haga totalmente deleznable cualquier atisbo de defensa del gobierno militar. Para el bronce queda una frase expresada en su alocución por este ex-parlamentario, abogado y periodista, cuando manifestó que «si el nuevo Ejército no va a recoger a sus caídos, los civiles tendremos que buscar una manera de ir al rescate de los caídos».
«Nos hemos reunido hoy porque ustedes comparten conmigo un sentimiento de indignación moral. Este nace de que un 10 de septiembre de 1973 la gran mayoría de los chilenos avizorábamos un futuro sin esperanza, vivíamos en la ruina económica y la escasez, sufríamos la inminencia de ser un país títere de una superpotencia totalitaria y no teníamos otra perspectiva que la anunciada todos los días por la propaganda oficial: una sangrienta guerra civil, con no menos, decían, de cien mil muertos.
Al día siguiente, 11 de septiembre de 1973, las FFAA y Carabineros, con una acción enérgica, pusieron término al caos y evitaron la guerra civil, con pérdidas de vidas incomparablemente más bajas que las temidas por todos. Nuestra indignación moral proviene, justamente, de que quienes libraron a la patria de ese destino aciago, hoy son injustamente perseguidos y denostados, ven denegados sus derechos legales básicos y han visto convertirse en víctimas a los que se preparaban para ser victimarios, en demócratas ejemplares a los que buscaban suprimir la democracia y en portavoces del humanitarismo los que ayer torturaban y prometían el paredón a sus adversarios.
Patricio Aylwin refiere en sus memorias que, pasado ya su miedo al extremismo, pues los militares lo habían dominado, fue a hablar con don Rafael Retamal, presidente de la Corte Suprema, un juez que no tenía simpatía por el gobierno militar. Le representó a don Rafael la dureza con que los militares reprimían la subversión. Pero el presidente de la Corte Suprema le contestó: «Mire, Patricio, los extremistas nos iban a matar a todos. Ante esta realidad, dejemos que los militares hagan la parte sucia. Después llegará la hora del derecho».
Seguramente Rafael Retamal no había olvidado que, a mediados de 1973, arengando a una turba que gritaba ante el Palacio de los Tribunales, el intendente de Santiago bajo la UP, Jaime Faivovich, le había dicho, refiriéndose a los ministros de la Corte Suprema:
«Habría que masacrar a todos esos viejos tales por cuales».
Algunas personas me preguntan: pero ¿usted está de acuerdo con todo lo que hicieron los militares? Yo les contesto: «Por supuesto que no estoy de acuerdo con todo. Hubo uniformados que actuaron indebidamente. Pero nunca hubo una política de gobierno para actuar en esa forma. Después de la batalla, señala el dicho, todos somos generales. Y los generales después de la batalla somos perfectos. Yo, por supuesto, habría sabido qué hacían cien mil o más soldados, marinos, aviadores, carabineros y civiles de oposición a la UP cada día, entre el 11 de septiembre del ´73 y el 11 de marzo de 1990.
Habría estado pendiente de que cada comandante de guarnición hubiera juzgado cada delito cometido bajo su jurisdicción por los uniformados y de que todos los juicios contra extremistas se hubieran llevado a cabo jurídicamente impecables. Y, en caso de haber bajas, me habría preocupado de que los restos hubieran sido entregados a los familiares». Es decir, habría hecho todo lo que los militares, marinos, aviadores, carabineros y detectives de Investigaciones hicieron, pero, además, lo habría hecho perfecto. En realidad, fue una lástima que el pronunciamiento de 1973 no lo hubiera encabezado yo.
Bien, tengo que decirles que no hay nada más despreciable que estos generales después de la batalla. Son casi siempre los que no hicieron nada ni habrían hecho nada para impedir que hoy, 30 años después del 11 de septiembre, todavía viviéramos bajo una dictadura comunista, si nos hubiéramos salvado de ser fusilados.
¿Estoy hablando de algo que no habría podido ocurrir? En su ensayo sobre el quiebre de la democracia en Chile, José Piñera cita a un guerrillero marxista argentino, Jorge Massetti, que escribió en 1999 el libro «El furor y el delirio», donde dice algo muy pertinente a lo que he imaginado hace un momento. Escribe: «Hoy puedo afirmar que por suerte no obtuvimos la victoria, porque de haber sido así, teniendo en cuenta nuestra formación y el grado de dependencia con Cuba, hubiéramos ahogado al continente en una barbarie generalizada. Una de nuestras consignas era hacer de la Cordillera de los Andes la Sierra Maestra de América Latina, donde primero hubiéramos fusilado a los militares, después a los opositores y luego a los compañeros que se opusieran a nuestro autoritarismo».
Además, se ha olvidado que la acción de las FFAA y Carabineros pacificó al país. Los muertos en enfrentamientos fueron disminuyendo hasta llegar a apenas nueve en 1978. En ese contexto se dictó la Ley de Amnistía, acogida con unánime beneplácito. Gracias a ella salieron libres 1.475 extremistas de izquierda y 578 uniformados que estaban siendo juzgados. La verdad era tan distinta que el arzobispo de Santiago, monseñor Raúl Silva Henríquez, manifestó lo siguiente sobre la Ley de Amnistía: «La Iglesia de Santiago valoriza el espíritu de concordia y reconciliación invocado en la adopción de esta medida y la celebra como signo alentador de un reencuentro fraterno».
Era precisamente lo que sigue siendo hoy, un paso hacia la reconciliación entre los chilenos. Si se hubiera respetado la Ley de Amnistía habrían terminado todos los juicios sobre las muertes a raíz del pronunciamiento militar y el terrorismo y nadie habría tenido temor de declarar lo que supiera sobre el paradero de los restos de los desaparecidos. Podrían haberse gestado perfectamente leyes para dar una reparación a sus familiares, si hubiera sido el caso.
Nunca «tomaremos distancia» de nuestros uniformados por lo que hicieron. Nunca olvidaremos que transformaron una sociedad violenta en otra pacífica y estable; una economía arruinada en otra próspera y pujante; un sistema político caótico en otro ordenado y democrático; una nación aislada y lejana en otra integrada al mundo; un conjunto de amenazas de guerra externa gravísimas en paz duradera y permanente.»
En el acto realizado en honor de Hermógenes Pérez de Arce intervino también el Padre Raúl Hasbún, quien defendió la intervención militar de 1973, argumentando que la alianza entre mentira y violencia es la base sustentadora del marxismo-leninismo.
Este sacerdote que, con su lógica aplastante y certera improvisación (siempre ha realizado sus comentarios radiales, televisivos o públicos improvisando) se ha ganado el más profundo odio de los marxistas y sus colaboradores, dijo que el general Augusto Pinochet fue el cerebro y alma de «esa gesta libertaria».
En cuanto a Patricio Aylwin, quien hace algunos días afirmó que Pinochet «no tiene perdón de Dios», el Padre Hasbún afirmó que el propio Aylwin instruyó a los ministros de la Corte Suprema para que no acataran la Ley de Amnistía, «transgrediendo la Constitución». Y respecto de las amnistías otorgadas por el gobierno de Aylwin, dijo que sólo los marxistas tuvieron derecho al perdón.
El sacerdote agregó que «los que se resisten a la tiranía marxista según él no tienen derecho al perdón de los hombres expresado en la amnistía o el indulto. Pero ahora se ha extralimitado y, sobrepasando la competencia de los ministros de Dios, ha dicho que Augusto Pinochet ni siquiera tiene perdón de Dios». «Hay que rogar para que tanta arrogancia, tanta soberbia y tanta ignorancia reciban perdón de Dios».
Es de esperar que esta manifestación, tan merecida para una persona como Hermógenes Pérez de Arce, sea la primera de muchas en que los partidarios del gobierno militar se junten y expresen abiertamente su pensamiento. Ello antes de que la propaganda concertacionista haga totalmente deleznable cualquier atisbo de defensa del gobierno militar.
Para el bronce queda una frase expresada en su alocución por este ex-parlamentario, abogado y periodista, cuando manifestó que «si el nuevo Ejército no va a recoger a sus caídos, los civiles tendremos que buscar una manera de ir al rescate de los caídos».
-o-0-o-
Hace cinco años atrás en nuestra edición de septiembre, desenmascarábamos a Salvador Allende con este artículo:
Les demostraremos a continuación documentadamente como mienten, desenmascarando precisamente a uno de sus más preciados ídolos, el tirano Fidel Castro y de paso a quien hiciera tanto daño a la Patria …, Salvador Allende:
Para ello queremos que vea la portada y contraportada del libro «Grandes Alamedas el Combate del Presidente Allende», escrito por Jorge Timossi y publicado en la Habana, Cuba, en 1974 en la que sería una primera edición, de varias que le siguieron a continuación, para intentar hacer creer que Allende el 11 de Septiembre de 1973 fue un «Héroe de Película» en la defensa «combatiente» del Palacio de la Moneda.
En el interior de este libro se puede leer, en su página N° 115, lo que sigue:
En este mismo libro se transcribe el discurso de Fidel Castro pronunciado en la Plaza de la Revolución, -que Ud. Sr. lector puede verificar a continuación- y en que Fidel, refiriéndose a Salvador Allende, dice:
«…tomó personalmente una bazuca, la dirigió contra un tanque situado en la calle Morandé –que disparaba furiosamente contra Palacio- y lo puso fuera de combate con un impacto directo (Aplausos). Instantes después otro combatiente pone fuera de acción un tercer tanque.»
¿Tres tanques destruidos en la Moneda?
¿Puede alguien creer una mentira como ésa?
(Aparte de lo ridículo del relato, ¿qué hace una bazuca en el gabinete del presidente en La Moneda?)
Pero esto no es todo, sigamos…, en la página 171, Fidel Castro invoca un discurso que Allende pronunciara el 4 de Diciembre de 1971 en un acto de despedida a la delegación cubana y donde Allende dijo: «Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo».
Y en la página 182 Fidel Castro culmina este discurso, esta sarta de falsedades que nuestro Editor de turno no sabía si poner en esta sección de los recuerdos o entregarla para un libreto de teatro humorístico.
¡Por favor lea esta página, compruebe el engaño y la mentira de los marxistas!
¡Así que las FF.AA. y de Orden sólo lograron rendir la Moneda a las 4 p.m.!
Como la verdad siempre se impone, reproducimos en la siguiente imagen lo que efectivamente fueron los últimos minutos de Allende, de acuerdo al relato de su médico personal, el doctor Patricio Gijón, quien estuvo con él hasta el momento de su muerte.
Y para que Ud. saque sus propias conclusiones sobre los irrebatibles antecedentes que les hemos dado a conocer, reproducimos las palabras de un discurso de Allende del año 1972, como rúbrica y demostración definitiva de esta crónica.
Ojalá lo verdaderamente sucedido no se nos olvide y nos sirva como ejemplo, para dejar al descubierto sus engaños, los métodos en que se sustentan sus mentiras, patrañas que tanto daño hasta hoy, le han provocado al pueblo chileno.
El 6 de Enero de 1972 en una manifestación en la Moneda, Allende decía:
«No habrá tampoco un Presidente que se suicide, porque el pueblo sabrá responder».
Complementando lo anterior, en la edición de Marzo del 2002, Despierta Chile difundió en forma exclusiva el informe de la Brigada de Homicidios y de los Médicos que le practicaron la autopsia a Salvador Allende, con lo que confirmamos en forma categórica e irrefutable su suicidio.
A continuación reproducimos ese artículo, incluyendo su encabezado.
Marzo del 2002
Para evitar las persecuciones políticas a que nos tiene acostumbrado el Ministerio del Interior, dejamos claramente establecido que el poder entregar a conocimiento público estos antecedentes, no significa que tengamos los archivos de Investigaciones de Chile, ni del instituto Médico Legal. Son documentos históricos que la ciudadanía tiene el derecho a conocer y que nuestro periodismo investigativo, respetuoso y profesional, apegado estrictamente a las normativas legales vigentes y a la Ley de prensa que nos rige, los pone a disposición del país, para develar definitivamente una verdad que se ha ocultado y con el propósito también de entregar una contribución a la verdad histórica que infructuosamente se pretende tergiversar, en especial a la juventud chilena.
Debe estar conectado para enviar un comentario.