“Si con mi sufrimiento se puede poner fin al odio que se ha sembrado en nuestro país, quiero decirles que estoy dispuesto a aceptar todos los designios del destino con la más absoluta confianza de que Dios, en su infinito amor, sabrá hacer fecundo este sacrificio que le ofrezco para que triunfe la paz, y en el amanecer ya del nuevo siglo, sean los chilenos un pueblo unido y reconciliado como el que siempre soñé alcanzar a ver”.
“Yo les digo que nada podrá impedir que un día, tal vez no tan lejano, vuelva la paz y la sensatez a esos espíritus que todavía permanecen cegados por la pasión, y en la serenidad de otros tiempos, cuando la historia reivindique nuestra obra común, terminen reconociendo el valor y los méritos de ella. En ese momento, es probable que yo ya no esté. Será, sin embargo, la hora de la victoria, la hora en que los ideales que iluminaron nuestros sueños terminen siendo comunes a todos los chilenos”.
(Augusto Pinochet Ugarte en Carta a los chilenos, Londres, Diciembre de 1998).
Qué difícil comenzar esta columna en los preocupantes escenarios que hoy día se viven en el país, y en que la nación ha olvidado a sus defensores. No me podía abstraer del primer aniversario del fallecimiento de nuestro Capitán General, Don Augusto Pinochet Ugarte (Q.E.P.D.), y por ello encabezo mi artículo de este mes, con dos párrafos escritos por nuestro General, contenidos y conceptos que cuesta difundir a una generación de chilenos muy envenenada por una arrolladora máquina comunicacional de los gobiernos concertacionistas. Hay una mayoría transitoria de almas ignorantes en caos, con una invalidez intelectual catastrófica que está manipulada por los socialistas “renovados” y hay un olvido transitorio de la inmensa obra del General Pinochet, encabezando el Régimen de las Fuerzas Armadas y de Orden. En lo mediático, los mal agradecidos se retuercen todavía en el retarareado tema de los DD.HH. -ya que les ha resultado tremendamente lucrativo- y le impugnan, incluso después de muerto, su patrimonio personal haciendo cálculos de cuánto ganó, en circunstancias que la pregunta preponderante ante el inmenso legado de este gran patriota, debería ser cuánto nos dio. Esa mitad de chilenos que no soporta a la Concertación, debe empezar a levantar su voz para desenmascarar mentiras que se repiten y que están quedando como verdades en la imaginación colectiva de los más ingenuos.
En este primer aniversario de su sensible fallecimiento, me inclino reverente ante quien liderara y rigiera exitosamente a la cabeza del Gobierno de las Fuerzas Armadas, los destinos de Chile durante 17 años ya acreditados en la Historia de la República.
Al hacer un recuento, siento una inmensa decepción después de haber sido partícipe del esfuerzo de 17 años de sacrificios, de desvelos por sacar de las cenizas a un país destruido. Impotencia por la vida ofrendada por aquellos soldados caídos, cuyas muertes ya nadie conmemora y ni siquiera recuerda. Sufro al ver como se tergiversa nuestra Historia cercana, como se ha intentado enlodar a su actor principal, el que hoy conmemoramos y que fue quien abrió las Alamedas por las que hoy transitan los políticos, permitiéndoles a otros haber accedido a los cargos que ostentan. Me siento traicionado cuando los veo a diario haciendo uso de tribunas en las que critican un pasado del que también fueron partícipes.
Provoca mucha decepción la civilidad ausente, esa civilidad que propició y creó las condiciones para un 11 de Septiembre; esa civilidad que fue a buscar a los militares a los cuarteles, esa civilidad que hoy día se mantiene desembarcada ante lo que estamos viviendo y afrontando, condenando con un silencio cómplice que perjudica, a todos aquellos soldados perseguidos, procesados, recluidos en cárceles que muy pocos visitan. Después de las batallas no se debe pisotear a los heridos. En síntesis, amigo lector: ¡Todo hoy está amenazado…, todo cobardemente abandonado!!!
Este mes de conmemoración, trae un nostálgico recuerdo de ese pasado reciente que debemos mantener en la memoria y, esforzarnos en compartir con aquellos que no lo vivieron; no podemos convertirnos en un paréntesis entre dos gobiernos políticos, no podemos aceptar ser encadenados por los derrotados de la mañana del 11 de Septiembre de 1973.
Presidente Pinochet UD. nos dijo:
“Estrechen filas, guarden silencio y esperen su destino”
Debemos estrechar filas y organizarnos, mantener una cauta discreción y silencio y confiar que en un futuro muy próximo lograremos enmendar el rumbo de nuestra Patria para felicidad de todos los chilenos. Es un momento propicio para hacernos el firme propósito de crear las condiciones para un desenlace favorable y que debe ser ganado en las urnas.
En este 10 de Diciembre, hay miles de compatriotas que le dan las gracias, que le recuerdan con cariño, con respeto, con reconocimiento por haber liberado a Chile de las garras del marxismo, por desarticular y destruir a un ejército irregular y sus apoyos internos y externos, que nos habrían llevado a una guerra civil, que pretendían someter a los chilenos por las armas y el hambre, con costos que aún estaríamos lamentando. Gracias General por defender exitosamente nuestra soberanía nacional evitando una guerra con Perú y otra con Argentina; gracias General por haber levantado a Chile de las ruinas y del desastre político, social y económico en que fue dejado por Salvador Allende; gracias por habernos dado una nueva y eficiente institucionalidad, por habernos entregado una Carta Fundamental de la que han intentado apropiarse infructuosamente de su paternidad; gracias por haber transformado a Chile en el país más próspero de América Latina, llevándolo a alcanzar un nivel de desarrollo jamás logrado en toda su Historia. Las cifras del 5% de cesantía y del 7% de crecimiento anual con que se entregó el país en 1990, en cuatro gobiernos de la concertación aún no han logrado ser superadas. Gracias General por disponer que se combatiera el terrorismo en beneficio de la Paz y tranquilidad ciudadana, desactivando miles de bombas que habrían dejado víctimas inocentes, descubriendo 70 toneladas de armas y explosivos en Carrizal Bajo y que iban a ser usados para matar a chilenos, en la mayor internación de material de guerra registrada en América Latina. En este punto me detengo porque los que murieron o desaparecieron estaban siendo protagonistas de una lucha armada que ellos originaron. ¿No merecen el calificativo de “asesinos” quienes arman a jóvenes inexpertos para enfrentarse al Ejército Institucional y no los miembros de éste que por obligación profesional deben reprimir a un Ejército irregular? La filosofía de la izquierda trastoca los valores; para ellos los terroristas marxistas son mártires y quienes combaten a los terroristas son criminales.
Hay una imagen que todos los chilenos recordamos y es la de su Santidad el Papa Juan Pablo II en los balcones de La Moneda acompañado del Presidente Pinochet y ovacionados por una multitud congregada en la Plaza de la Constitución. Ese mismo pastor, Jefe de la Iglesia en el orbe, años después envió una carta personal felicitando y dando su bendición al General y su esposa, Sra. Lucía, por cumplir 50 años de matrimonio. Y no podía ser de otra manera, Pinochet fue un católico observante que respetó e hizo respetar los valores de la Iglesia como también el de los otros credos religiosos. Fue el primer Presidente en concurrir a un Tedéum Evangélico, propiciando la unidad de los evangélicos y no las divisiones que se conocen en la actualidad producidas por políticos que pretenden utilizarlos. Seamos claro, durante el gobierno de las Fuerzas Armadas no se aprobó una ley de divorcio, ni el uso de condones, ni la píldora del día después, ni tantas otras iniciativas que propician la destrucción de la familia, esa célula social que debe ser indestructible. La Iglesia, que tanto se jugó por la izquierda, ve amenazada la custodia de los valores que por siglos vienen resguardando en una prédica benefactora, constante, para bien de la humanidad. Hoy día constituye un escándalo verificar como esa izquierda le ha dado la espalda al clero. El pluralismo en materias de moral nos lleva al relativismo, a la destrucción de valores, deslizamiento inevitable hacia la anarquía, el libertinaje y la decadencia de las costumbres y con gran velocidad se está cambiando un sistema de valores que me atrevo a afirmar que se encuentra en mutación constante.
La verdadera libertad que nos legó Pinochet, es dulce, familiar, con seguridad individual y pública, es decir con democracia protegida, sin arco iris, direccionada hacia la búsqueda de la Paz auténtica y no a la incertidumbre de estos nuevos tiempos. Para ello Pinochet se empleó contra la inmoralidad, cumplió largamente con los compromisos de progreso que anunció con la Junta Militar de Gobierno desde el día 11 de Septiembre de 1973, día en que Chile fue liberado, porque no era libertad morirse de hambre haciendo colas por un pollo, un kg. de pan, 1/8 de aceite, un tubo de pasta dental, o un rollo de papel toilette; libre es el individuo restaurado ante la familia, ante la sociedad, integrado a un estado servidor del destino patrio. El General Pinochet tuvo vocación de interinidad y antes de someterse al veredicto de las urnas, reconstruyó los valores orgánicos, libres y eternos del individuo portador de un alma, de la familia, del sindicato, los municipios, de las unidades naturales de convivencia de nuestra larga geografía y que además fueron visionariamente regionalizados.
Cuando pienso en esa visionaria regionalización del país, es imposible no agradecer a nuestro General la más hermosa ruta de Chile que es la carretera Augusto Pinochet Ugarte, esa carretera austral, anchura de Chile mejor abierta a nuestra influencia económica, de soberanía y cultura.
En otro plano debemos estar conscientes que la Concertación está ausente para los contribuyentes, para los militares, para los agricultores, para los trabajadores, ausente para la delincuencia, para la drogadicción, para solucionar los problemas de educación, para los problemas de la salud. Hay un sombrío y tenebroso cortejo de traidores, de delincuentes y corruptos que se apiñan en una Concertación de destrucción. Desgraciadamente donde no llegó la alegría, brotó la delincuencia y la violencia, pareciera que ello ha incentivado a esa delincuencia que ni siquiera se ha limado las uñas y que mantiene una cobertura noticiosa en que la vemos y escuchamos, en una penosa mezcolanza de chabacanería, con el eco de los ruidos del triste espectáculo de la farándula y la politiquería, y de la perversión por dar diariamente los crímenes a los que nos están habituando.
Aunque no soy partidario de los empates o las comparaciones, es imposible no hacer notar que antes de 1990, nuestros niños podían salir a las plazas, a la calle, hoy en día es de audacia, hasta para los adultos, moverse con tranquilidad en el centro de la capital o en los lugares más concurridos. En el Gobierno Civil-Militar del General Pinochet, la drogadicción no existía. Nunca ocurrieron escándalos como los de Ferrocarriles del Estado, lo del Sename, Chiledeportes, MOP, Programas de Generación de empleos (PGE); para qué hablar del caos del Transantiago. Respondámonos si el General Pinochet, ¿Habría permitido los bochornosos incidentes originados por un Presidente Chávez? ¿Qué Perú impugne soberanías marítimas de un mar definitivamente chileno? ¿Qué Argentina abra y cierre la llave de paso del gas a su antojo? ¿Habría cedido los “metritos más metritos menos” de Laguna del Desierto por los que Aylwin será siempre recordado? Esos hechos no habrían sucedido, porque Pinochet fue un Estadista que imponía liderazgo, respeto, además de tener una gran diferencia con los políticos que se resume en este aforismo: “En política, si quieres que se diga algo, busca un parlamentario. Si quieres que se haga algo, busca a Pinochet”.
En toda la historia del Ejército de Chile, que se remonta al nacimiento de la República, nadie se ha desempeñado como su Comandante en Jefe por 25 años, un cuarto de siglo y nadie tampoco ha regido los destinos de nuestra Patria como Presidente de la República por más tiempo y con mayor éxito. ¿Se imaginan a la Sra. Bachelet gobernándonos por 17 años, si con dos estamos colapsados?
Para nuestros jóvenes una reflexión sobre la irrupción del General y la gesta del 11 de Septiembre: Las Fuerzas Armadas y de Orden no destruyeron una democracia ejemplar, ni interrumpieron un proceso de desarrollo y de bienestar, ni era Chile en ese momento un modelo de libertad y de justicia. Todo se había destruido y los hombres de armas debieron actuar como reserva moral de un país que se desintegraba, en manos de quienes lo querían someter a la órbita soviética.
Quiero terminar este modesto homenaje, este humilde recuerdo hacia su persona, con palabras del propio General que deben ser meditadas:
“Ojalá mis dolores y los agravios de que soy víctima pudieran satisfacer los siempre insaciables sentimientos de venganza, y sirvieran para que quienes aún siguen anclados al rencor, puedan encontrar la paz para sus conciencias”.
“Si con mi sufrimiento se puede poner fin al odio que se ha sembrado en nuestro país, quiero decirles que estoy dispuesto a aceptar todos los designios del destino con la más absoluta confianza de que Dios, en su infinito amor, sabrá hacer fecundo este sacrificio que le ofrezco para que triunfe la paz, y en el amanecer ya del nuevo siglo, sean los chilenos un pueblo unido y reconciliado como el que siempre soñé alcanzar a ver”.
“Quiero despedirme de ustedes con mucho cariño. Entiendo que esto parecerá incomprensible para muchísimos, pero es así. En mi corazón no he dejado lugar para el odio. He recorrido muchos años y entiendo del amor y del dolor”.
(Augusto Pinochet, carta póstuma, Diciembre del 2006).
En este primer aniversario de su muerte, dejemos establecido que hace tiempo se inventaron los modelos y las técnicas, pero en Chile prevaleció un hombre, no un sistema, un hombre, no una tecnología, un hombre único, irrepetible, grandioso en el tiempo, cuya biografía gloriosa será reconocida en la Historia de Chile de este siglo porque Augusto Pinochet Ugarte iluminó a Chile en la tarea justa que le estaba asignada, en la armonía que demandaba nuestra Patria.