Año 9 – Columna de Raúl Hermosilla Hanne
1 de Junio de 2009
Pido a mis lectores que me disculpen hoy por usar esta tribuna para compartir con ustedes un orgullo de viejo chocho. Me refiero al discurso con el que el Ingeniero Mario Pavón Robinson recibió el “Premio Julio Donoso, Año 2008” del Instituto de Ingenieros de Chile
Mario es hijo de mi prima hermana María Robinson Hanne, fallecida ya hace algunos años, quien en un trágico accidente y siendo aún una pequeña, quedó huérfana simultáneamente de padre y madre, y terminó de criarse con nosotros. Se casó en nuestra casa, donde siempre fue para todos nosotros una muy querida hermana mayor y sus maravillosos hijos, nuestros muy queridos sobrinos. Mario Pavón Reyes, su marido, fue hasta su muerte, y durante varios años de viudez, nuestro muy cercano cuñado.
Comprenderán ustedes, mis lectores, que me haya tomado la libertad de enviarles el discurso de Mario Pavón Robinson, que constituye una radiografía de un buen ciudadano, y sus principios profesionales un verdadero ejemplo de civilidad.
DISCURSO DEL ING. MARIO PAVÓN ROBINSON
AL RECIBIR EL PREMIO
“JULIO DONOSO, AÑO 2008”
DEL INSTITUTO DE INGENIEROS DE CHILE
Doy gracias al Instituto de Ingenieros por concederme esta distinción, al Jurado responsable de discernir su otorgamiento, y a Ricardo Nanjarí, quien en el pasado también la recibiera, por su generosa presentación.
Con sinceridad les puedo decir que este reconocimiento me ha sorprendido, que lo recibo con alegría, y que me emociona de manera muy especial que tantos familiares, amigos y compañeros de trabajo y de estudios me acompañen hoy día.
Sin embargo, debo mencionarles que sabedor de la existencia de muchos colegas que podrían ser también merecedores de este reconocimiento con más propiedad que yo, he querido interpretarlo como la personificación de una tarea emprendida por largos años en SONDA, nuestra empresa, donde en conjunto con muchos más hemos intentado desarrollar un estilo de organización que se ha propuesto priorizar las relaciones humanas por sobre las mercantiles o simplemente laborales.
Y a partir de este hecho me he permitido, sin ánimo de presumir, hacer algunas reflexiones que a continuación paso a compartir con Uds.
Gracias a la vida que me ha dado tanto, cantaba Violeta Parra cuando éramos todavía adolescentes. Y con mayor razón, agregaría, gracias a Dios, que nos regaló la vida. Que nos dio los dos luceros, el oído, el sonido y el abecedario, que nos dio las manos para moldear la tierra y los pies para caminarla, la naturaleza para trabajarla, gozarla y admirarla, la mente para ponerla a servicio de la misión que Dios nos ha encomendado y el corazón para querer y ser queridos, para la risa y el quebranto. Tanto nos ha dado la vida!
Y en SONDA debemos dar las gracias, porque entre seres humanos comunes y corrientes, poco a poco se ha ido conformando una organización que hoy supera los 10.000 trabajadores repartidos en diferentes países de América Latina, en la que el punto de partida es reconocernos todos como personas de igual valor y dignidad, independientemente de la posición jerárquica que a cada cual le corresponde. Hemos procurado que nuestra compañía esté fundada en ciertos principios básicos, a los que hemos adherido e invitado a todo el personal a adherir, y que caracterizan el modelo de empresa que soñamos.
Nuestro empeño lo hemos puesto en construir una empresa donde la vocación de servicio sea la fuerza vital que nos impulse a actuar, en la que las personas se valoren por lo que son, y su compromiso y entusiasmo se aprecien tanto o más que su inteligencia, donde se progrese potenciando talentos y habilidades más que eliminando defectos, una empresa en la que hábitos y buenas prácticas se impongan a la necesidad de normarlo todo, donde las costumbres se rijan por la sobriedad y sencillez, y la autoridad se ejerza a través de una estructura lo más plana posible, por medio de la sintonía de criterios y las buenas razones más que por el simple ejercicio del mando. Naturalmente, todo lo anterior trabajando con mucha energía, tesón y alegría.
Y esto hemos querido desarrollarlo sin discursos, letanías ni manuales, sino que por la vía del ejemplo, el contagio y del enorme poder de la escritura en las paredes y pasillos.
Nos enorgullece ser parte de una empresa donde tratamos que el afecto sea parte esencial del día a día. Uno pasa en el trabajo la mayor parte del tiempo que no emplea en dormir ni movilizarse, entonces imagínense ustedes, ¿cómo va a ser posible lograr una existencia plena si no somos capaces de queremos y expresarnos los afectos en el lugar donde convivimos la mayor parte de nuestras vidas?
Esto requiere por cierto de una atención constante, pues somos humanos y nos equivocamos a menudo, como cuando se nos despierta el monstruo después de leer o escuchar una noticia negativa – y vaya que hemos tenido bastantes de éstas últimamente! – y se nos olvida saludar en el ascensor o sonreír a la secretaria cuando llegamos a la oficina.
¡Qué importante es saludar y sonreír a quienes nos rodean, es gratuito y tiene efectos maravillosos!
Valoramos enormemente la actitud positiva en el trabajo, síndrome tremendamente contagioso…. Nos mantiene siempre con las energías bien dispuestas y alineadas, sacando lo mejor de cada uno para lograr los objetivos que nos planteamos y, además, nos permite entretenernos y pasarlo muy bien.
Hace unas semanas en la celebración del aniversario con todos nuestros colaboradores y sus cónyuges, mencioné que los tiempos de crisis son grandes oportunidades para quienes miran la vida en forma positiva. Hice la comparación con los navegantes que cuando no pueden avanzar se limitan a lamentarse y criticar, echándole la culpa de todo lo que ocurre al viento adverso. Por otra parte, dije que los ilusos, con un falso optimismo, esperan que la situación mejore porque el viento en algún momento debería cambiar.
En cambio, los positivos y optimistas de verdad, reconocen las debilidades de las condiciones de navegación, ajustan las velas al tiempo reinante, y se mantienen ágiles y atentos para hacer frente a los escenarios difíciles. Al mal tiempo buena cara, a arremangarse las camisas y a seguir navegando! Estas son las actitudes que intentamos mantener vivas, especialmente en momentos como los actuales.
Quisiera llamar la atención acerca de uno de los aspectos que nos ha interesado tener siempre presente, el de la sobriedad y sencillez. Chile y América Latina son regiones con elevados niveles de pobreza, y en la coyuntura económica actual este tema está cobrando nuevamente gran relevancia. Más allá de las medidas que a la clase dirigente corresponderá adoptar, vemos muy necesario recuperar algo que siempre caracterizó a los chilenos y que últimamente hemos ido perdiendo, tal vez a causa de la bonanza de los años recientes: la austeridad. ¡Qué importante es dar señales correctas en esta materia!
Unos 20 años atrás, en una de nuestras habituales reuniones de planificación interna, se me ocurrió hacer una analogía que hasta el día de hoy sigue siendo válida. Comparé a SONDA con una banda de jazz, seguramente por mi deformación como músico frustrado y por mi afición a este género.
A diferencia de las orquestas sinfónicas, donde todo está escrito en las partituras y no hay espacios para la creatividad espontánea, una banda de jazz se caracteriza por interpretar una melodía base con una armonía perfectamente definida, con músicos solistas que van creando nuevas melodías a medida que avanzan en la ejecución de la pieza, acompañados de una sección rítmica ordenada y disciplinada. Y todo esto, con mucho swing para encantar las audiencias, que es el fin último de cualquier agrupación musical.
Creo que SONDA está muy cerca de estos conceptos, pues los clientes – nuestro público al cual nos debemos – esperan que nuestros profesionales innoven continuamente creándoles nuevas e ingeniosas soluciones y servicios que resuelvan las necesidades de sus negocios, en un ambiente flexible capaz de adaptarse a los continuos cambios de ambiente o de entorno. La comunicación con nuestro público, al igual que en el jazz, debe ser muy cercana y empática, intentando saber de sus preferencias de modo de entregarles lo que ellos esperan, y aún más. A los clientes hay que conocerlos, estimarlos, y también quererlos.
Esta dinámica no se logra solo a costa de puro talento. Exige conocerse mutuamente y largas y extenuantes jornadas de ensayo individuales y colectivas, labor ardua pero cuyo fin vale la pena. Trabajo duro, disciplina y perseverancia son parte de los valores que nos parecen fundamentales y que no debemos perder nunca de vista, y que estimamos pertinente resaltar especialmente en el país y en el tiempo en que nos ha tocado vivir.
Una última reflexión en esta misma línea. En una banda de jazz su director es parte del equipo, y su liderazgo se impone por presencia. Se preocupa de que el todo funcione bien, con fuerza o sensibilidad según sea el caso, conociendo las capacidades de cada uno de sus integrantes y permitiendo el lucimiento de los demás. Nuestras empresas exigen también nuevos estilos de conducción, basados en el liderazgo y en la confianza, con espacios para desarrollar la libertad y creatividad, que posibiliten el desarrollo pleno de las potencialidades de cada persona. Precisamos de líderes que ante todo impriman entusiasmo en las tareas emprendidas y motiven a quienes trabajan con ellos en torno a objetivos comunes.
Con el tamaño que SONDA ha alcanzado, fruto de su crecimiento principalmente en el extranjero, uno de los mayores desafíos que hoy enfrentamos es lograr mantener este estilo respetando las particularidades de las distintas geografías y culturas de los países donde estamos presentes. Ello nos impone desplegar mucha imaginación para buscar fórmulas efectivas para seguir avanzando, intensificando las relaciones personales y el contacto con los equipos ejecutivos de cada filial.
Estamos convencidos de que lineamientos como los expuestos y que caracterizan nuestro sello no son particulares de SONDA, sino que pueden ser aplicables a muchas empresas del país. Si algo de lo que hemos desarrollado sirve de inspiración y es tomado en cuenta por otros empresarios y ejecutivos, nos sentiríamos tremendamente contentos de haber hecho un aporte a la generación de nuevas formas de conducción y liderazgo.
En esta ocasión, no puedo dejar de mencionar a dos grandes amigos e ingenieros excepcionales, que han sido vitales en el desarrollo del estilo que nos hemos propuesto cultivar. Primeramente, a Andrés Navarro, compañero de estudios y de memoria en la universidad, quien tuvo la visión de fundar la compañía en 1974 y cuyas orientaciones han sido la piedra angular de lo que posteriormente entre muchos hemos ido armando. Y a Ricardo Majluf, quien fuera el brazo derecho de Andrés por más de 20 años, que jugó un rol decisivo en hacer carne sus directrices y sentar las bases de lo que hoy somos y tenemos.
Gracias nuevamente a todos quienes me han acompañado en la vida, muchos aquí presentes: familiares, compañeros de trabajo en distintas épocas, compañeros de colegio o de universidad, amigas y amigos muy queridos. Gracias al fantástico equipo de SONDA, excelentes compañeros, magníficos profesionales y buenos amigos, con quienes hemos caminado juntos todos estos años.
Hoy, a las puertas de la tercera edad, cuando comienzan a ofrecerme descuentos para entrar al cine y a la salida se me acercan graciosas jóvenes a saludarme “hola tío, ¿se acuerda de mí?”, recordándome que alguna vez las llevé de regreso a casa junto a mis chiquillos, quiero expresar mi agradecimiento a quienes me formaron y enseñaron: a mis padres, a mis profesores, a mis hermanos mayores y también a los menores, a las mujeres que me han amado y enseñado a amar, y a mis cuatro maravillosos hijos: Mario, Gonzalo, Bernardita y Josefina.
¡Gracias a Dios, a la vida, y al cariño de todos ustedes!