Hermógenes Pérez de Arce
Miércoles 04 de Junio de 2008
Hermogenes Perez de Arce.jpg La izquierda me ofende con frecuencia. Un abogado comunista hasta me trató de “pinganilla” una vez, por sostener que no se debía indemnizar al terrorismo, dado su objeto ilícito. Yo le hice algo terrible: no le respondí. Después, cuando apareció mi única novela (muy política, por cierto), “La Nación” la declaró “uno de los seis eventos culturales más negativos del año”. Pero como ello le sirvió de promoción y estuvo varias semanas entre las 10 más vendidas, me consolé. Y ahora alguien de ese lado me acusa de faltar a la verdad por decir que los “quemados” no lo fueron por los militares, sino que éstos los apagaron. Bueno, así lo comprobó el ministro de corte Alberto Echavarría Lorca, en los tiempos en que los magistrados eran hombres de derecho respetuosos de la ley y la verdad.
Pero también la derecha me ofende. Un columnista suyo citó mi afirmación de que, según la ministra sumariante Quezada, la Armada mantiene preso al mirista Woodward hasta hoy. El columnista afirmó derechamente no creerme. Pero, líneas después, dijo que la Corte Suprema debería hacer algo “por si ello fuere cierto”. Bueno, es cierto.
Doloroso. En 26 años firmando esta columna, sólo recuerdo un yerro importante, cuando alguien delató que mi cita de Samuel Haig, aseverando que un burro muerto había yacido por semanas en la Plaza de Armas, alrededor de 1820, no era efectiva. Tenía razón en cuanto al autor. Quien refirió el episodio fue José Zapiola (“Recuerdos de 30 años”), y todo sucedió una cuadra más al norte, en Santo Domingo.
Bueno, para remate ha aparecido un joven columnista dominical de “El Mercurio”, también de derecha, describiendo todas las falsedades que, según él, reinan en Chile, y atribuyéndome dos: la de sostener que durante el gobierno militar no hubo violaciones a los derechos humanos y la de negar que las mismas fueron, como él afirma, “la única política centralizada” de ese régimen. Lo primero jamás lo he dicho. Lo segundo sí, y reiteradamente, pero porque es la verdad.
En efecto, ¿cómo sostener que no hubo violaciones a los derechos humanos entre 1973 y 1990, si la izquierda, a través de sus grupos terroristas, los atropelló sistemáticamente? Y también hubo uniformados que, combatiéndola, los violaron. Pero esto sucedió contrariando la política de gobierno, que fue la de procurar respetarlos. Jamás hubo una “política centralizada” de atropello a los derechos humanos. Esto último no sólo lo he afirmado siempre, sino que lo he probado y reitero.
En efecto, se dictaron las resoluciones N°1 de 07.01.74, N° 22 de Interior, de 25.01.74, la del Director General de Carabineros de 15.02.74, ordenando el buen trato a todos los privados de libertad. Luego, el Decreto Supremo N° 187, de 1976, prohibió los lugares secretos de detención, fundado en el cual el presidente de la Corte Suprema, don José María Eyzaguirre, visitó los centros de detenidos existentes, para controlarlos. Cuando se comprobó que la DINA desobedecía esas instrucciones, fue disuelta. Y cuando su sucesora, la CNI, fue denunciada por excesos, se le prohibió detener personas sin ponerlas inmediatamente a disposición de autoridad competente. Por último, la propia Junta destituyó a uno de sus miembros cuando, en su rama armada, se cometió un flagrante atropello a los derechos humanos (el asesinato de tres dirigentes del PC y del FPMR).
En todo caso, cuando en Chile la diestra y la siniestra se unen para denostarme, es hora de hacerles algo terrible, y se los anuncio desde ya: he escrito otro libro, “Terapia para cerebros lavados”. En él, ni la una ni la otra salen bien paradas. Tampoco la DC. Ustedes se lo buscaron.